martes, 31 de enero de 2012

Internet para poner en cuestión el poder punitivo

Las iniciativas como las leyes PIPA y SOPA libradas por los Estados Unidos, acercó la posibilidad de la cárcel, a cientos de miles para quienes robar es otra cosa. Sabemos que es un delito, pero igual lo cometemos porque consideramos que es un derecho poder acceder a toda esa información y poder manifestarnos y contactarnos de modos que antes nos eran imposibles. Estoy escribiendo desde Brasil, con un teclado en portugués, por lo que quiero aclarar que no sé cómo inscribir en este texto el signo de interrogatorio de inicio, por lo que tendré que escribir como acá se escribe, sólo tienen signo interrogatorio final. Continuó con mi planteo. Por más que sé que es un delito bajar música, considero que es la única posibilidad de acceder a materiales que de otro modo no lo haría y como está al alcance de mi mano lo realizo. Por qué los pobres roban más a la clase media que a los ricos? Porque es a los que más cerca tienen, su radio de circulación por el espacio no es tanto. Sólo el crimen organizado llega a tener un despliegue territorial de magnitudes importantes, las cuales posibilitan el acceso a mayores volúmenes de lo apropiado, por eso son los delitos que menos salen en los medios. Entonces, sabemos que existe la posibilidad de que a alguien detengan en la Argentina por el delito de bajar archivos de internet o colaborar en hacer posible esa acción, por lo que pensé una propuesta. Si detienen a uno, nos presentamos de a cientos de miles en los juzgados autoincriminándonos en esa red delictiva. No podrán procesar la magnitud de causas, ni existe el espacio físico donde alojar a ese volumen de personas, pero la ley establece que tienen que dar una respuesta. Son el poder judicial. La única respuesta no puede ser la cárcel. La cárcel es para los pobres, en Argentina somos 40.000.000 de habitantes y acceso a internet sólo tiene 7.400.000 de personas en el país. Aunque la respuesta fuese la hacinación en su máxima expresión, quedarían cientos de miles afuera. Sabemos que este gobierno no daría una respuesta de ese tipo, pero sí jueces que representan esos mismos intereses, encarnando en el personaje de la víctima apropiada más perjudicada.

Así que compañeros, propongo que estemos atentos. Las razones por las que defendemos la máxima expresión posible de nuestra libertad en interent, deben llevarnos a cuestionar la respuesta que las instituciones estatales tienen frente a la realización de ciertos actos, sabiendo que las leyes son la representación de la correlación de fuerzas del Estado en un momento histórico determinado. Si algún juez se le ocurre detener a un ciudadano por algún delito relacionado a la propiedad intelectual, debemos manifestar nuestra máxima expresión posible de repudio a la medida, pidiendo, entonces, ser juzgados todos saturamos el sistema judicial  y ponemos en cuestión el sistema punitivo. Tenemos excelentes compañeros en esta lucha que tienen mucho para aportar, que no sólo tienen la crítica como aporte, como: Zaffaroni, Barcesat, Álvaro García Linera, los hermanos bolivianos, que tienen más de un sistema de resolución de conflictos. Y de paso vamos a poder pensar que uno roba hasta donde puede, empezando por lo que tienen más cerca. Tan severos van a seguir siendo cuando piden más pena para quienes cometieron delitos a la propiedad? Todos lo hacemos, según establece la ley que nos regula, que exige ser cumplida, como hacemos nosotros con tantos otros delitos que se comenten y pedimos que la ley se cumpla. Es un momento para cuestionar muchas leyes, el momento histórico ha cambiado, estamos ante una posible reforma constitucional, sobre la que aquí ya hemos hablado, y me parece que tenemos que tener propuestas superadoras, porque abrán muchos compañeros representándonos como constituyentes.

Luchemos por el máximo potencial de libre uso de internet, poniendo en cuestión el sistema que nos regula y las respuestas que el Estado tiene frente a la resolución de conflictos. Tenemos otro Estado. Construyamos otras respuestas.




viernes, 13 de enero de 2012

Sistema punitivo – Encierro de la locura - Estado Moderno - Capitalismo


        
            Es frecuente escuchar entre quienes articulan la salud mental, el psicoanálisis o alguna psicoterapia, con el análisis político, ubicar la causa del encierro de la locura en el Estado Moderno o el capitalismo. Ese tipo de afirmaciones son las que podemos encontrar en Basaglia y en el Foucault anterior a “El Poder psiquiátrico”, quien hasta ese momento, compartía con el psiquiatra italiano que la institución asilar no era más que la proyección de la lógica de opresión del Estado, y por lo tanto, podía realizarse una rápida equiparación entre: Estado, familia, escuela, fábrica, hospital. De hecho en el libro de Basaglia, “Loscrímenes de la paz”, encontramos un aporte de Foucault en esa misma dirección. Recomiendo la lectura de dicho libro, ya que hay una imperdible entrevista entre Basaglia y Sartre, y nos encontramos con un Basaglia que, a diferencia de "La institución negada", puede diferenciar el psicoanálisis de los psicoanalistas e incorpora el concepto de Gramsci "funcionarios del concenso", para referirse a los profesionales. 
            La relación entre Estado, encierro y capitalismo, merece un análisis profundo: Foucault reconoció el error cometido en “Historia de la locura”. El encierro de lo diferente, lo encontramos en el origen del sistema punitivo que tenemos, el cual se remonta a la Inquisición. Claramente ese tipo de discurso debió contar con el poder suficiente de implementación, no siendo el castigo de la alteridad una práctica que se inauguró en ese momento. Ese tipo de prácticas se remontan bastante antes del surgimiento, no sólo del Estado Moderno, sino además del capitalismo, los cuales se han servido de  muchos mecanismos que los preexistían. 


            Por no haber realizado un serio análisis del funcionamiento del sistema capitalista, no me meteré en una articulación seria entre capitalismo y locura, lo que sí afirmo es que por más que ciertos Estados capitalista encierren la locura, esa práctica es anterior al surgimiento de ese tipo de relación social. De hecho, en un Estado capitalista como el Italiano, el encierro manicomial está prohibido hace más de treinta años, gracias a la lucha que los trabajadores, impulsados por Basaglia, llevaron adelante y hoy sostienen, frente a los embates que desde hace años sufren.

            Como bien señala Foucault, en su seminario de 1973-1974, “El poder psiquiátrico”:

            “Ni el aparato del Estado puede servir de fundamento ni la familia puede hacer de modelo […] en esas relaciones de poder que estamos en condiciones de señalar en el interior de la práctica psiquiátrica.”[1]
            “Ustedes me dirán que está muy bien haber sustituido violencia por microfísica del poder; institución por táctica, modelo familiar por estrategia, pero ¿acaso avancé? He evitado términos que permitan introducir el vocabulario psicosociológico en todos estos análisis, y ahora estoy frente a un vocabulario pseudomilitar que no debe gozar de mucha mejor fama. Pero vamos a ver qué se puede hacer con eso”[2]


            En la clase siguiente a dicha afirmación, Foucault abordó “la escena fundadora de la psiquiartía”, en la que Pinel dispuso que se eliminen las cadenas que retienen a los locos y, además, analizó un relato que el mismo Pinel desarrolló en su “Tratado médico filosófico”,  en el que narró el sometimiento al poder del médico (Sir Francis Willis) padecido por el Rey de Inglaterra Jorge III, en 1788. Sir Willis tuvo el poder de ordenar a los pajes del Rey que lo obedezcan y utilicen, de ser necesario, la fuerza contra el soberano por haber caído en la manía.


            Tomando como modelo esa escena, Foucault desarrolló la conceptualización del poder soberano, opuesto al poder disciplinario, ejercido por el médico.

            “Mientras el poder soberano se manifiesta escencialmente a través de los símbolos de la fuerza resplandeciente del individuo que lo posee, el poder disciplinario es un poder discreto, repartido; es un poder que funciona en red y cuya visibilidad sólo radica en la docilidad y la sumisión de aquellos sobre quienes se ejerce en silencio. Y esto es, creo, lo escencial de la escena: el afrontamiento, la sumisión, la articulación de un poder soberano con un poder disciplinario” [3]

            No voy a realizar un resumen del seminario, porque está disponible para quien desee leerlo. Lo que sí voy a compartir es el siguiente interrogante. ¿Por qué la locura cayó en manos de los médicos? ¿Qué tiene que ver la locura con la salud?

            Foucault en “Los anormales” analizó la relación entre el poder psiquiátrico y el poder punitivo, pero no se remontó a la Inquisición, que fue donde se produjo ese primer encuentro. Para esto, voy a introducirlos en una obra que para mí es fundamental para cualquier ciudadano: “Las palabras de los muertos” de Raúl Zaffaroni y obligatoria para los profesionales de la salud, que frecuentemente aplican medidas punitivas, vestidas de terapéuticas.
            Zaffaroni, en dicho trabajo, se tomó el trabajo de realizar un análisis sobre el origen del sistema punitivo que nos rige desde la Edad Media, anterior a la escena que el querido Foucault aborda. Las apreciaciones del francés están más en línea con el chiste de cómo surge un psiquiatra: del matrimonio entre una enfermera y un policía.
            “El primer manotazo de los médicos: la patologización del crimen. En 1563 un médico de los Países Bajos, Johann Wier (o Weier o Weyer) (1515/6-1588) publicó en Basilea De Praestigüs Daemonum (Las tretas del demonio), libro que rápidamente corrió por Europa, en el que sostenía que las brujas eran enfermas melancólicas. También señalaba que algunas mujeres sufrían el efecto tardío de ciertas drogas, como la belladona (atropina), el opio y el hashish. De este modo sustraía a las brujas del poder delos inquisidores y las psiquiatrizaba. Por otra parte distinguía a las brukas –casos de enfermedad- de las envenenadoras, que eran auténticas criminales.
            Esta obra es a primera tentativa de patologizar y medicalizar el crimen, o sea, de apoderarse de la cuestión criminal por parte de los médicos
            (…)
            Siempre el discurso inquisitorial tiende a ser puramente peligrosista.”[4]
            “En síntesis: discurso de emergencia, medicalización y discurso crítico. Hemos visto, pues, que (a) el siglo XV se cierra con al consolidación de la estructura de un discurso criminológico de la emergencia que para combatir al enemigo –Satán- legitima un ejercicio ilimitado del poder punitivo con el pretexto de la necesidad de la defensa; (b) el siglo XVI asiste a la primera tentativa criminológica de medicalización del delito; y (c) el siglo XVII enuncia la estructura del discurso criminológico crítico del poder punitivo” [5]

Por hoy voy a dejar acá. Les dejo el link a donde puede consultar el origen del poder punitivo: "La cuestión criminal" Raúl Zaffaroni


[1] “El poder psiquiátrico”. Clase del 7 de noviembre de 1973. Pag. 33. Fondo de Cultura Económica. Edición 2005.
[2] “El poder psiquiátrico”. Clase del 7 de noviembre de 1973. Pag. 34. Fondo de Cultura Económica. Edición 2005.
[3] “El poder psiquiátrico”. Clase del 7 de noviembre de 1973. Pag. 39. Fondo de Cultura Económica. Edición 2005
[4] “La palabra de los muertos”. E. Raúl Zaffaroni. Pag. 37. Editorial EDIAR.
[5] “La palabra de los muertos”. E. Raúl Zaffaroni. Pag. 42. Editorial EDIAR.

jueves, 12 de enero de 2012

La salud mental en la C.A.B.A


Cuestiones legales

Lo primero que se nombra cada vez que se trata el asunto de la salud mental en la C.A.B.A, es el incumplimiento de la Ley 448, sancionada el 27 de julio del 2000. Dicha ley, como bien señala el Colectivo 448, promueve la “desinstitucionalización progresiva,  implementación de camas de internaciones breves y guardias interdisciplinarias en hospitales generales, casas de medio camino, hospitales de día, emprendimientos sociales y otros dispositivos sustitutivos”[1], agregando que “las pautas incluidas en la Constitución de la ciudad de Buenos Aires habían generado una gran expectativa de transformación de un modelo de características asilares-custodiales, que históricamente ha sentenciado a la internación crónica y al trato indigno y alienante a miles de seres humanos”, y observa que “esta indignidad institucional también se proyecta sobre los trabajadores de la salud mental que intervienen en la atención, generando daños a su salud física y psíquica”[2].
La 448 es una de las leyes más progresistas de la Argentina, pero al no existir una importante movilización social que condicione al cumplimiento de la misma, es letra muerta. Se puede reclamar no sólo el incumplimiento de dicha norma, sino también de: la Convención de Derechos Humanos, la de los Derechos de los Niños, la Convención sobre los derechos de personas con discapacidad, la Convención Interamericana para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad y los Principios para la protección de los enfermos mentales y el mejoramiento de la atención de la salud mental, que a raíz de nuestra última reforma constitucional, pasaron a tener valor legal. La Jueza María Silvia Villaverde de Lomas de Zamora, en su página web (www.villaverde.com.ar), pone a disposición herramientas legales que amparan a quienes padecen la vulneración de sus derechos, dentro del campo de la salud mental.
El problema de la salud mental en la ciudad, no es una cuestión de normas legales, sino la razón del incumplimiento de algunas. Muchas normas protegen a los ciudadanos que circulan bajo los techos de la salud mental, algunas se cumplen y otras no. Por trabajar algunos cobran salarios, otros nada y unos pocos peculios, pero todos son trabajadores. Un ejemplo más de que no se vulneran todos los derechos a todos.

Trabajo y trabajadores.

El principal problema en el campo de la salud mental está entre los trabajadores, por el tipo de trabajo que realizan: la objetivación como método, la lógica discursiva en el que se sostienen sus prácticas, disciplinaria, la formación que recibieron y sostienen, la relación jerárquica que entre ellos se establece, la falta de una movilización organizada con poder real de transformación de las condiciones institucionales y todo esto dentro de un contexto cultural en el que la ciencia tiene poder de verdad.
El problema de la violencia de la objetivación, tan bien planteado tanto por Basaglia como por Foucault, es el mismo hoy que cuando se sancionó la ley y será el de la gestión siguiente si no hay por parte de los trabajadores una voluntad sincera de poner en cuestión el trabajo que vienen realizando. ¿O fue un funcionario del ejecutivo el que ató a la cama, hace más de tres años, a la nena que murió ahogada en su propio vómito en el Tobar García? ¿Hay órdenes precisas del Ministerio de Salud Porteño de “contener”, el sinónimo cínico de atar, a los pacientes? ¿La violencia de las prácticas se explica por cuestiones político coyunturales o por la lógica del poder médico y psiquiátrico, en su forma de poder disciplinario? ¿Qué lleva a los trabajadores a naturalizar la violencia que se aplica sobre los cuerpos de aquellos que están internados en instituciones psiquiátricas? Hasta el momento, creo, que no hay denuncias hechas por trabajadores contra trabajadores por haber vulnerado derechos humanos de aquellos que padecen una internación ¿O la responsabilidad subjetiva sólo es tema de los no profesionales? Escuché a varios preocupados por lo establecido en la nueva Ley Nacional de Salud Mental, respecto la posibilidad de los trabajadores y familiares de presentar denuncias ante el Órgano de Revisión, el cual estará integrado por representantes ministeriales, trabajadores, familiares y asociaciones, ya que el mismo tendrá como función, como establece la ley en el art.40 inc. C) Supervisar de oficio o por denuncia de particulares las condiciones de internación por razones de salud mental, en el ámbito público y privado.
Como hemos observado, la obediencia en este conflicto, es un proceso fundamental. Que nadie quede del otro lado de la norma, sino pasan al otro lado. Se intentan explicar procesos sociales a partir de historias individuales, los cuales no tiene el menor sustento, pero quienes realizan esas acciones tiene el poder de fijar las condiciones en las que un sujeto exista. Se delegó la responsabilidad de los terceros en los profesionales, los tornaron  responsables de las posibles acciones futuras. ¿Videntes? Es por esto que los controles a las internaciones de la Ley Nacional de Salud Mental, resultaban necesarios, aunque no indispensable, ya que las convenciones internacionales eran herramientas legales que estaban a disposición de quien quisiera para exigir su aplicación. Y quien escribe esto padeció haber sido expulsado del Servicio de Internación en Crisis de Open Door,  por haberse servido de esas convenciones y denunciado que compañeros trabajadores dejaron tres días atado a un hombre a una cama, produciéndole un cuadro de deshidratación que requirió de una intervención clínica urgente. Esos mismos compañeros, como tantos, que cada pedido de informe a un perito que realizaba un juez, lego en la materia, lo consideraban como pedido de internación e iban ampliando la cantidad de internos en el manicomio.

Seamos sinceros, si los pensaran como iguales. ¿Por qué los trabajadores de los manicomios reclaman por los derechos de los pacientes? La mayoría de los trabajadores no piensa a los internos como iguales. Entre profesionales no se piensan todos como trabajadores y que por lo tanto tienen los mismos derechos. Entre los trabajadores no se piensan todos iguales y por eso algunos lo hacen gratis, otros reciben dinero como salario o por su formación y otros por un peculio. ¿O no es trabajar reparar el mobiliario de la ciudad? La Ley de la C.A.B.A Nº 995 de Talleres Protegidos, los que reparten peculios como a los presos, establece que “Dichas acciones y servicios se dirigen a promover el desarrollo de capacidades útiles”, que son, según el art.3): “Ratificar e impulsar las condiciones de organización y funcionamiento de talleres existentes y futuros vinculados a costurería, industrialización de la chapa, herrería, carpintería, imprenta, bancos y máquinas, confección industrial y tejido a máquina, pintura, lustre, tapicería, armado y expedición, electricidad, gas, reparaciones edilicias, mecánica, termo electromecánica, entre otros.” Alejandra Pizarnik dejó algo de su paso por la “Sala de Psicopatología” del Hospital Pirovano, que viene al tema:
            “cuando pienso en laborterapia me arrancaría los ojos en una casa en ruinas y me los comería pensando en mis años de escritura continua,
            15 o 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada por el demonio de las analogías, tratando de configurar mi atroz materia verbal errante
(…)
finjo, pues, que logro mejorar, finjo creer a estos muchachos de
buena voluntad (¡oh, los buenos sentimientos!)
(Subrayado mío) me podrán ayudar,
pero a veces - a menudo- los recontraputeo desde mis sombras ínteriores que estos mediquillitos jamás sabrán conocer (la profundidad, cuanto más profunda, más indecible)(…)”
[3]

“No son iguales a nosotros”

 La mayoría de los trabajadores de la salud mental no piensa a quienes atienden como iguales. Esto puede observarse en la mayoría de los reclamos de los trabajadores, que levantan las consignas por los derechos de los pacientes y no por los derechos humanos o  los derechos de los trabajadores. ¿En nombre de qué deben ser sometidos los trabajadores a realizar sus tareas bajo esas condiciones de violencia? ¿Cómo es posible que una jovencita o jovencito que comienza a trabajar reciba la violencia como herramienta de trabajo y que tantos la agarren y tan pocos la abandonen? No creo que sea una cuestión de malas intenciones, no ingresan todos con ese tipo de disciplinamiento. ¿Cómo es posible que tengan que ser testigos del aplastamiento de los cuerpos por el peso de la violencia institucional? Si nos pensamos iguales, tenemos que pelear y reclamar por los derechos de todos aquellos que se encuentran bajo el edificio manicomial. Acabar con la institucionalización de la violencia. El arrasador peso de la autoridad.

Para esto, se deben cuestionar la lógica de las respuestas de los trabajadores de la salud mental, lo que indefectiblemente nos debe llevar a pensar la problemática del poder y de qué discurso se sirve para ejercer esa violencia, porque se intentan vestir de terapéuticas prácticas punitivas. Recuerdo a Evaristo Pasquale, Director de Salud Mental de Trieste, angustiado luego de conocer Open Door, repitiendo “hace treinta años que no veo una persona atada a una cama”.

“Solo nos queda rechazar cualquier acto terapéutico siempre que tienda tan sólo a mitigar las reacciones del excluido hacia el excluyente” dijo uno que muchos nombran: Basaglia. Además, advirtió que la sociedad, ante la problemática de que se visualice su rostro violento:

“(…) ha encontrado un nuevo sistema: extender la concesión del poder a los técnicos que lo ejercerán en su nombre, y seguirán creando -a través de otras formas de violencia: la violencia técnica -nuevos excluidos. (…) La labor de estos intermediarios consistirá en mistificar la violencia a través de la técnica, sin llegar a cambiar por ellos su propia naturaleza, de manera que el objeto de la violencia se adapte a la violencia de la que es objeto (…) Analizando cuáles son las fuerzas que han podido actuar en profundidad sobre el enfermo hasta el punto de aniquilarle, se llega a la conclusión de que sólo una es capaz de provocar un daño tal: la autoridad”[4]

La solución: organización política

Las experiencias de desmanicomialización, palabra nacida en Río Negro, o desinstitucionalización, como prefieren nombrar otros, llevadas adelante en el lugar del mundo que sea, sólo fueron posibles por la decisión política tomada por aquellos que decidieron transformar las condiciones de relación entre sujetos que se establece en quienes son considerados locos, anormales, enfermos o el nombre que se le quiera poner.
El problema es de tipo político, entendiendo la política como una acción de transformación social, por lo tanto necesita una solución en ese sentido. La misma puede no ser tomada por el ejecutivo, sino por los trabajadores que a través de la organización estén dispuestos a construir el poder de transformar el tipo de prácticas que hoy realizan. Italia, Brasil y las distintas experiencias que aún se llevan adelante en la Argentina demuestran que sólo la organización vence al tiempo.
En la provincia de Río Negro, como en la de San Luis, hubo un ejecutivo que acompañó un reclamo de aquellos actores involucrados en la problemática de la salud mental que luchaban por una transformación. Lo mismo sucede con el ejecutivo del Municipio de Moreno, donde desde la creación del primer servicio municipal de atención a la salud mental se combatió contra cualquier práctica de tipo objetivante de abordar el padecimiento subjetivo. Experiencia que a lo largo de los años se ha ido fortaleciendo, gracias a la decisión política de los funcionarios municipales y los recursos asignados, hoy es un ejemplo de trabajo en la Argentina, con fondos que están sustancialmente alejados de los dispone hoy el sistema de salud porteño, porque no estamos hablando de un problema fundamentalmente de fondos, sin los cuales se dificulta el accionar político.

El sistema de salud porteño y otros

El sistema de salud porteño está basado en una la lógica hospitalaria, a diferencia de lo que sucede en los municipios de la provincia de Buenos Aires, que a raíz de la funesta descentralización realizada durante los noventa, son los responsables de la atención en salud que reciben la mayoría de su habitantes. Hay municipios que decidieron trabajar desde una perspectiva antimanicomial, desde una perspectiva de proyecto nacional y popular, que realizan trabajos brillantes, sin desconocer lo insuficiente.
El Municipio de Moreno, en el cual me he formado, está llevando un trabajo destacado en la temática, sin haber procurado jamás llevar una acción solitaria, sino que fue parte de la creación de la Red de Salud Mental del Oeste, de la que participa Morón, trabajadores de  Tres de Febrero, Ituzaingó, La Matanza, y funcionarios del ámbito nacional y provincial,  así como también del poder judicial de algunas procadurías. La razón por la que esto se hizo fue la conceptualización política de las prácticas en salud mental. No se trata porque son enfermos, sino porque son sujetos, decimos nosotros. Porque son ciudadanos y sujetos, que no son lo mismo, no se los puede someter a las condiciones de existencia manicomiales, así que no se discute: el manicomio se tiene que cerrar, nada de andar preguntando en qué condiciones. ¿Qué puede ser peor para un ser humano que su vida en un manicomio? ¿Saben qué? Un campo de concentración, no hay nada en el medio, los presos tiene fecha de salida, aunque muchas veces no salgan. El manicomio es la objetivación de un cuerpo a sus máximas experiencias, en manos de la voluntad diaria de tantos trabajadores, de los cuales algunos son funcionarios.
¿Por qué siempre es “No al cierre del Borda y el Moyano”? ¿Por qué del Tobar no se habla? Porque si se llega a visualizar el Tobar, se tiene que cerrar todo ya, porque no jodamos, no se trata de si a la clase media le duele tanto el vivir de los niños pobres, sino porque como está  la Convención Internacional de los Derechos Humanos, muchachos o vamos todos a declarar al Tribunal Internacional o nos ponemos a mejorar ese trabajo. Qué bueno sería que este tipo de violencia que viven miles de argentinos contara con la misma difusión que se realiza sobre la violencia de género, que tiene su origen en la misma razón de la que aquí estamos hablando, aunque no vamos a detenernos en ello.

Es necesario un trabajo político del que sean parte todos los actores involucrados, el cual debe tener como objetivo una transformación cultural que posibilite la creación de nuevas respuestas frente al malestar que genera la cultura, el cual es inherente a todas, aunque no sea el mismo en todos los casos. No se trata de un trabajo comunitario, como lo nombran quienes no pertenecen al lugar en el que trabajan, ya que en la comunidad está aquello que queremos extirpar. Se trata de una militancia política en la que sumar al otro es un requerimiento para acceder al objetivo y cuando sumás no decidís todo, porque querés que se sostenga, lo hacés porque querés que haya otro modo de vivir, en la que el cuerpo sobre el que se aplica la violencia no puede ser la causa de la misma.
Dicha transformación sólo será posible de a muchos y organizadamente, porque hay que laburar mucho más. Afrontar las resistencias que genera aceptar cuestionar las prácticas, que en caso de los profesionales hay millones de bibliotecas que las justifican. No es una cuestión de malas intensiones, en todos los casos. Se trata de un proceso de desalienación que requiere de lo mismo que posibilitó que se alienen: un discurso. Pero un discurso en el que la objetivación será nuestro enemigo y donde el malestar en la cultura la norma. Un discurso que se luche contra la segregación y exclusión a la que condena el discurso disciplinario que sostiene el saber de la psiquiatría y la psicología. Será una lucha muy larga, contra un enemigo muy poderoso, que lleva siglos disciplinando cuerpos y formando a los garantes de su subsistencia.

El tema no son los laboratorios en si mismo, sino su funcionalidad al discurso dominante, creer lo contrario son zonzeras de extremistas y oportunistas. Las ganancias de los laboratorios no se sostienen de los dos mil internos del sistema de salud pública de la capital, cuando hablamos del problema de la medicación del malestar en la cultura, claramente nos referimos a la relación de millones de argentinos con psicofármacos.

Claramente se necesitan también recursos, casa para externar, y no de medio camino, no seamos cínicos. Ojalá puedan, si lo desean, mudarse a un lugar con un igual o mayor nivel de calidad de vida. Pero si sabemos del trabajo que hay que hacer a nivel cultural en la ciudad, para que puedan otorgarles a los locos otro lugar, cuando ponemos el agregado “de medio camino”, metemos la cuestión del tiempo y que se tiene que ir a otro lugar. Primero construyamos los otros lugares y luego se van a constituir como opción. Pero mientras no las haya, no hay medio camino, no nos sostiene la ilusión, sino la certeza de que la única verdad es la realidad. En eso somos iguales que los locos.


Acá les dejo una herramienta valiososísima para pensar nuestras práctias: "Historia y Trauma. Las locuras de guerrra" de Davoine y Gaudilliere. No tienen excusa para no leer, los libros están.



[1] “A diez años de la ley”. Página/12. 13/05/10
[2] Ibid.
[3] “Sala de Psicopatología”. Alejandra Pizarnik. Poesía completa. Editorial Lumen.
[4] “La institución negada”. Franco Basaglia. Editorial Barral.